A Jigsaw - Like The Wolf
Empaparse de un grupo como A Jigsaw, encontrar nuevos amigos sin aún conocerlos solamente por haber oído unas canciones, por haberlos visto tocar en unos vídeos caseros, por haber leído en portugués con dificultad su cuaderno de bitácora durante los últimos meses de grabación, por haber sentido la conmoción de sentir que has encontrado unas almas gemelas en la ciudad de Coimbra, Portugal.
Por darte cuenta de que la música que fabrican traspasa fronteras para llegar a ser universal, por emocionarte al descubrir el misterio que se esconde detrás de “Like The Wolf”, ese miedo que dilapida el diamante puro de nuestra infancia con fantasmagóricos temores y el valor de recuperar lo que quede de aquel diamante.
Por el deleite de ver a unos jóvenes multinstrumentistas como Susana Ribeiro poniéndote los pelos de punta cuando hace sonar el violín, la mandolina, el banjo o el oukelele, o Jorri al acordeón o al piano, o Carlos Ramos con las percusiones, o João Rui con su acústica y su armónica y con esa voz, esa voz salida de las entrañas, como la de Johnny Cash o Edwin Collins, como la de Cohen o Nick Cave, como la de Bowie o Richard Hawley.
Por las canciones, sobre todo por las canciones, por una exaltación gloriosa de la existencia como es el primer single Red Pony.
Por los gritos extremos a Caronte el barquero camino del infierno en la laguna estigia de My Blood en una canción de una intensidad pocas veces sentida, emocionándote al ver en Joao Rui un hijo pródigo de Nick Cave.
Por la serenidad en medio del desasosiego en Farmhouse o de cómo se puede componer de manera casi perfecta dejando grietas por las que colarse el silencio.
Por cómo Becky Lee puede ser invitada a la fiesta para cantar con Joao Rui a golpe de riff sureño sacado de LaGrange en una orgía de cantina, perdición, sudores y humo en His Secret.
Por el placer de lo narrativo en lo musical, como en Crashing into the Harbour, donde un imaginario Henry James confiesa: “El viernes tuve que pagar para olvidar lo que había hecho. El domingo cambio, me vuelvo un hombre diferente, toco el harpa y la guitarra en una banda local”, haciendo de las películas del oeste de Sergio Leone el último refugio de la post-modernidad.
Por las armonías cinematográficas de Like the Wolf, un homenaje acaso al libro de Bettelheim “Psicoanálisis de los cuentos de hadas” y donde A Jigsaw destilan el espíritu que les llena de luces y sombras.
Por Return To Me, la traición al propio corazón, la más sacrílega de todas, y el arrepentimiento posterior, ¿verdad, Leonard?, con toda la tragedia de la noche, esta noche, la más estrellada del año.
Por Idiot Smile, y su uso magistral de los instrumentos para crear una atmósfera de amanecer, de claridad, con este verso terrible: Oh mi euforia tiene su nervio en ti, oh mi euforia tiene su nervio en ti…
Por Leap For Ignorance, visiones de un presente de oscuridades proyectadas con más lucidez que utopía.
Por The Trial y sus violines de dulce asfixia, la asfixia de un abuelo que murió en 1881, él que nunca hablaba y sin embargo llevaba cientos de voces con él. Ah, pero tus pies son demasiado pequeños para sus zapatos. Horror vacui de lo que podemos llegar a ser. Una preciosidad.
Cuando uno termina de escuchar el disco se queda con las ganas, quiere más, y vuelve a poner Red Pony, para acordarse al menos un par de veces al día de sus nuevos amigos en la distancia, los que le han llenado de luz sus últimos días de junio, los que están ahí, en Coimbra, en nuestra vecina (y tan desconocida) Portugal, la tierra de Sá Carneiro, de Pessoa, de A Jigsaw, a día de hoy próximos, ansiosos de que les conozcas. Mañana, ¿quién sabe? PopMadrid
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