En 1986, unos jovencísimos Peter Kember, alias ‘Sonic Boom’, y Jason Pierce obtuvieron por fin la recompensa de ver publicado un material que llevaban tiempo gestando. Su impacto inicial fue mínimo, al ser ignorados por virtualmente toda la prensa. Los pocos que les hicieron caso les tacharon de cuasi-plagiadores. Y es cierto que ‘Sound of confusion’ es un tributo a un montón de influencias primerizas, pero también es algo más. Vayamos por partes.
Mediados de los 80 es una época en la que esa masa informe y no cuantificable llamada ‘underground’ empieza a hacerse notar, a tomar consciencia de sí mismo. En América empieza a haber un montón de bandas, como los Replacements, Sonic Youth o R.E.M., que empiezan a salir de la oscuridad, si bien los primeros se la pegaron millones de veces. En el mismo Reino Unido, los Smiths se coronaron como la banda ‘indie’ por excelencia, y su acogida inicial del punk había nutrido a un buen puñado de bandas que se tomaban en serio la filosofía del ‘hazlo tú mismo’ y a un buen puñado de sellos independientes como Rough Trade, 4AD o Cherry Red.
No obstante, hay dos bandas que para mí simbolizan la escena de este tiempo. Una es Jesus and Mary Chain. ‘Psychocandy’, una revolución y también un éxito: creadores en solitario del ‘noise pop’, “los nuevos Sex Pistols”, etc… La otra es ésta. Y curiosamente, ambas tienen las mismas influencias. En realidad, no podía ser de otra manera. El ‘underground’ se nutre de ‘underground’, es decir, de Velvet Underground, Stooges, MC5, The 13th Floor Elevators, Death, pero mientras los JAMC le insuflaron una parte de pop y otra de ruido, Pierce y Kember tomaron como base el ‘White Light/White Heat’ dotándole de elementos ‘space’ y psicodélicos.
¿El resultado? El resultado es una música de trance, algo tribal y mucho de garagera, precursor del stoner, ‘lo-fi’, peligrosa, monótona y simple. El amplificador parece que va a reventar de un momento a otro, las canciones no superan los dos o tres acordes que se extienden a lo largo de minutos que parecen horas, la batería jamás cambia un ‘cuatro por cuatro’ marcado por el bombo ni introduce ningún ‘break’ ni nada. Todo ello forma una suma hipnótica, en la que pierdes totalmente la noción del tiempo, y lo que podría ser el festival del aburrimiento se convierte en una experiencia parecida a la de los estupefacientes, de los que tanto abusaban los miembros de esta banda.
A partir de ‘Sound of confusion’, Kember y Pierce fueron sustrayendo los elementos garageros y se quedaron con su sonido identitario en su forma más pura: el ‘drone’. Aquí, sin embargo, las referencias son tan obvias que asustan. A primera vista, de los siete temas iniciales, tres son ‘covers’ – Rollercoaster de 13th Floor Elevators; Mary Anne de Juicy Lucy; Little doll, de The Stooges -, pero escuchar esto revela que los temas originales están muy basados en otros temas reconocibles, siendo el caso más famoso el del tema que cierra el LP original, O.D. Catastrophe, con letras que evocan directamente al T.V. Eye de The Stooges. Quizá sea por esta razón por la que es el disco al que más cariño tengo de todo el canon de Spacemen 3, porque es un excitante viaje por lo mejor de los clásicos con unos guitarrazos que asustan.
‘Sound of confusion’ empieza con un petardazo increíble. Losing Touch With My Mind es muy probablemente el mejor tema de todos los que se encuentran aquí. Sintetizadores a lo Hawkwind dan la bienvenida. El riff más sexy y elaborado de todo el disco le sigue. Las letras, sobre drogas, como no podía ser de otra forma. Los Planetas se pasaron años y años intentando ser los Spacemen 3 españoles. No puedo parar de pensar en ponerme las gafas de sol y tirarme al suelo de rodillas cada vez que lo pongo.
Hey Man pone un pie en el futuro de Spacemen 3, en el ‘drone’ guitarrero litúrgico basado en un Velvet Underground más baladero, y Rollercoaster pone un pie en el pasado con ese monolítico y pesado riff, casi reminiscente a grupos de ‘heavy metal’. Si sus casi ocho minutos parecen excesivos, mejor no mirar los 17 de la versión de los bonus tracks, pero lo que está claro es que es difícil desprenderse de su sonido desgarrador. Alguna vez leí que ‘Sound of confusion’ era el mejor álbum para recuperarse de una terrible resaca de drogas que no son precisamente alcohol. Este tema y O.D. Catastrophe deben de ser la razón. Este último es aterrador, un acorde repetido machaconamente que me estremecen como pocas cosas en este mundo.
No quiero acabar esta reseña sin mencionar 2:35, que, junto con Losing Touch With My Mind, es uno de los temas más ‘cool’ del disco. Nuevamente, es imposible no pensar en rescatar la chupa de cuero del armario e imaginarse en un escenario haciendo el cafre. Rezuma lo que los ingleses llaman ‘swagger’, cuya traducción literal es fanfarronería, o, básicamente, peligro, actitud y chulería. Vamos, ‘rock and roll’. --Eufonía Eléctrica
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