Death Vessel - Nothing Is Precious Enough For Us



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Hay días en los que sólo esperas que vayan pasando las horas con el menor drama posible para poder llegar a casa y poner en el tocadiscos, incluso con cierta urgencia, algo como Portishead, Sigur Rós, Antony and the Johnsons o Frank Sinatra.
Hoy ha sido uno de esos días y suerte que al llegar a casa me esperaba el nuevo disco de Death Vessel.

Death Vessel es el navío de mariposa en el que se esconde – o quizás en el que se deja mostrar - Joel Thibodeau, la voz mágica de un cerebro sabio rodeado de músicos de una solvencia indiscutible. Si eres de los que piensa que Antony es una maricona llorona deja de leer porque no te va a gustar nada que el falseto de Farinelli il castrato de Joel te recuerde según y como a los momentos country menos estridentes de Holly Golyghtly . Y que sepas que me caes mal.
Algunos suertudos entre los que no me incluyo, pudieron disfrutar del fantástico directo al atardecer que ofreció la banda en el Primavera Sound 07. Por aquella época aún presentaba al mundo su primer disco, "Stay Close", una pequeña delicia acústica que se paseaba por territorios históricamente tan habitados y habitables como son el folk y el pop, pero siempre con un nosequé como de viejo, como de película de animación molona de los años treinta o cuarenta. Con "Stay Close" Joel nos dejaba un bonito disco, no del todo oscuro , tremendamente apetecible, en el que aún reluce "Snow Don’t Fall", un cover espléndido – el único del álbum – del desaparecido Townes Van Zandt.
Pues bien, ahora ha fichado para Sub Pop y el resultado es "Nothing Is Precious Enough for Us", un segundo disco mucho más preciosista, mucho más íntimo, mucho más eléctrico, y mucho más todo.
El tipo de música que puede hacer que dejes de sentir el vacío.
A menudo los temas pasan de lo acústico a lo eléctrico sin apabullar. Es una electricidad de lluvia suave en "Peninsula" y de tempestad adolescente en "Exploded View". "The Widening" conserva un cierto eco de rag-time y se deja ver como asoman las piernas de piel clara a través de los flecos de un vestido oscuro. Aunque quizás sólo me lo parezca por la corneta perezosa y ese chasquido de dedos tan jazzy y tan de porcelana. El álbum va oscureciendo con la luz de un día de invierno. "Block My Eye", "Jitterakadie" y "Obadiah in Oblivion" tienen aura como de “folk in the country”, de ir en bici por sitios donde el aire huele a limpio. Aún así, limitar el disco a esta lectura sería como amputarle el corazón, porque Death Vessel va mucho más allá del folk accesible de Iron & Wine y del pop melancólico y naïf de Belle and Sebastian.
Dale tiempo y el disco sabrá esperarte hasta que estés listo. Entonces te mirará tan adentro como para que puedas reconocer con claridad tus pensamientos en sus letras oníricas, y como para que necesites de su cadencia para recuperar la calma. Por supuesto, para los que permanecen después de la escucha hay un regalo de lujo: "Taken up again", un bosque instrumental escondido detrás de un silencio de treinta segundos. Como si el guardián del abismo infinito de Garden State reclamara música después del chaparró;n. Y ahora ya puedes seguir pensando que todos somos especiales y tal. Toda esa basura.
Pero sabrás que hay ángeles de angustia sin alas que son especiales porque no están hechos para vivir en este mundo y que gracias a su música no nos suicidamos catorce veces al mes. La clave, pues, está en escuchar el álbum muchas veces y repetir delante del espejo: "Sí, no encajo en ningún lado y el mundo en general es una mierda, pero me da igual porque tengo el disco nuevo de Death Vessel".

Marta Delatte

1 comentario:

Anónimo dijo...

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